Historias de Inspiración
Me encantan las películas basadas en historias de la vida real. Son ejemplos inspiradores de determinación, lucha y empuje. Entre mis favoritas está 100 metros, el testimonio de un hombre de mediana edad a quien le diagnostican Esclerosis Múltiple, una enfermedad degenerativa que ataca el sistema nervioso. Ramón pierde toda su fuerza, incluso le cuesta sostener su cigarrillo. La enfermedad, como a muchos, podría haberlo llevado a una depresión profunda, sin embargo, se propuso caminar al menos 100 metros diarios, luego 200 y luego un kilómetro. Después de varios episodios en que los que decaía, volvía a comenzar desde cero. Se propuso vencer sus limitaciones, hasta que consiguió correr una maratón. Llegó de noche, adolorido, horas después de todos los demás participantes, pero llegó.
La segunda película que recomiendo es Amigos Intocables, la historia de un hombre millonario que queda cuadripléjico debido a un accidente de parapente. Llegan a cuidarlo un sinnúmero de enfermeras que lo miran con lástima y lo tratan con aburrimiento. Él no sabe qué quiere, su mal genio lo dice todo, pero definitivamente no quiere morir en vida. Finalmente llega un cuidador que lo hace reír, emocionarse, divertirse y disfrutar de la vida. Se vuelven amigos inseparables y su condición limitada queda en un segundo lugar, consciente de que vivir la vida es primero.
Como el protagonista de esta historia, volé parapente durante varios años. Busqué la libertad en las alturas y la amplitud del cielo ilimitado. Irónicamente, encontré una prisión. Era el año 2001 cuando, en las selváticas montañas del Tolima (Colombia), en medio de esta aventura, nos topamos con un grupo guerrillero. Mi recién adquirido esposo, un amigo y yo, fuimos capturados. De los seis meses que estuvimos secuestrados, cuatro los pasamos en un helado páramo en la inmensidad de un cañón, en una casucha de palo y latas rodeada por una cerca, en compañía de otros 13 secuestrados. Los otros dos meses los pasamos en la selva. Los guerrilleros eran casi todos niños campesinos, ignorantes, ingenuos. Por el contrario, los jefes, más veteranos, tenían ya su corazón contaminado. Hubo retos, muchos. De convivencia, de incertidumbre, de resistencia. Las hojas que mendigaba y luego mi cuaderno infantil cuadriculado Norma de 50 hojas fueron mis terapeutas. Allí plasmé mis miedos, mis reflexiones, mis conjeturas y también mis ilusiones. Años más tarde, editorial Norma, la misma del cuaderno, publicó mi diario (Diario de mi cautiverio, ahora en Amazon).
La mayoría de las veces, en medio de las crisis, nos preguntamos “por qué a mí”. Maestros y corrientes espirituales nos han propuesto más bien preguntar “para qué”, cuál es el propósito de nuestras experiencias difíciles. Es una mejor pregunta, sin embargo, no siempre encontramos la respuesta, por lo menos, no de forma inmediata. El tiempo, a su antojo, responde. Pero lo importante no es la respuesta, sino saber que todo, absolutamente todo lo que nos ocurre tiene un propósito mayor, planeado por nuestra alma, orquestado con otras para nuestra evolución individual y colectiva.
Después de seis meses, mi esposo, mi amigo y yo nos escapamos. No sabíamos si era la oportunidad perfecta, pero decidimos confiar en el cielo y arriesgarnos. Siete días después de caminar por selvas y trochas, de escondernos y aguantar hambre, llegamos a la libertad.
Hoy, años después, comprendo uno de los muchos propósitos de esta experiencia: los regalos más hermosos vienen en forma de crisis.
Todavía, años después, la gente me pregunta porqué el diario que publiqué no es una tragedia, por qué no tuve que ir a terapia, por qué no perdí mi poder personal, por qué no tuve que hacer procesos de perdón y por qué no reclamé la grandiosa suma que ofrecía el gobierno a las víctimas del conflicto. La respuesta es una: no me sentí víctima. Me sentí viviendo una experiencia personal con el propósito de usar mis mejores herramientas, algunas desconocidas en ese entonces. Dichas reflexiones se convirtieron en una conferencia, que se fue enriqueciendo para convertirse en mi siguiente libro (Resiliencia: 12 claves para ser feliz en momentos difíciles).
Todos, como seres humanos, contamos con instrumentos maravillosos para ser usados en momentos difíciles: la fe, la determinación, la confianza, la consciencia, etc. Algunos nos los recuerdan las películas basadas en hechos de la vida real, otros, los testimonios de vida de personas más cercanas y otros, los que más me gustan, los evidencian la cantidad de seres anónimos que mantienen el optimismo y la sonrisa a pesar de las dificultades. A ellos dedico este escrito.
Con amor,
Carolina Rodríguez Amaya